jueves, 18 de julio de 2013

El costo de un sistema corrupto Un gobierno que quiera realmente combatir la corrupción tiene una ventana de 24 meses, con mucha suerte 36, para hacer cambios drásticos.


María Isabel Soldevila
maria.soldevila@listindiario.com
  • Experiencia. John Githongo ha sido economista, periodista, activista de Transparencia Internacional, funcionario del gobierno, profesor en Oxford y denunciante de casos de corrupción que le costaron el exilio y amenazas a su vida.
Santo Domingo
De economista a periodista, de ahí a activista de Transparencia Internacional, luego fue funcionario del gobierno y más tarde denunciante de malversación de fondos acusado de ser un espía inglés, John Githongo, keniano, ha vivido en carne propia los riesgos de actuar contra la corrupción. Las amenazas, y luego el exilio, han sido parte de su vida. 
De visita en LISTÍN DIARIO, conversó sobre las claves que hacen de la corrupción un problema con raíces comunes en todo el mundo, pero no imposible de controlar. 
¿Por qué la creación de códigos deontológicos en instituciones públicas y privadas difícilmente se traduce en un cambio de conducta hacia una más ética?Si necesita un código de ética, si tiene un código de ética, es porque tiene un problema. Los países con menos corrupción del mundo no tienen códigos. La ética es parte de la tradición. 
Hasta el fin de la Guerra Fría, la corrupción no era un gran tema, era un instrumento de la política. En los años 90, los organismos internacionales comenzaron a promoverlos y el sector privado fue pionero en su implementación. Pero no es fácil cambiar de cultura. Lo que hemos aprendido, sobre todo en los últimos ocho años, es que para que funcionen, los códigos de ética deben ser específicos, sostenibles en la práctica, pero se deben crear estructuras que permitan su aplicación.
Renunció de la secretaría de gobernabilidad y ética del gobierno de Mwai Kibaki, preocupado por amenazas contra su vida. Háblenos de los riesgos de combatir la corrupción gubernamental. La lucha contra la corrupción se da cuando el estado de derecho es débil. Para mí fue un recorrido de ir a la sociedad civil, luego al gobierno y entonces verme forzado a tomar una decisión de vida, una que no tiene vuelta atrás: o te quedas para siempre y te vuelves parte clave del sistema, o sales del sistema. 
Yo encontré una transacción que investigamos. Habíamos pagado un millón de dólares a una compañía de portafolio para la compra de provisiones que nunca llegaron... pero al final hallamos 18 transacciones por un monto de US$777 millones. Al principio, algunos devolvieron el dinero, pero los servicios de inteligencia comenzaron a advertirme que era “muy doloroso” devolver dinero. 
Colegas ministros, burócratas, agentes de seguridad, me hicieron continuas advertencias... Luego de mi renuncia y mi exilio, esos mismos colegas me dijeron cara a cara: “Ese es nuestro dinero”. 
Usted ha confesado que le fascina la conexión entre corrupción y política: “Comienza arriba y termina arriba”. ¿Es, entonces, imposible terminar, o al menos controlar, la corrupción?Hay un proverbio ghanés que dice que el pescado comienza a podrirse por la cabeza. Pero sí, es posible controlar la corrupción. Cuando es sistémica, funciona en redes, y tienen al menos cuatro elementos: el político, que es el elemento más desechable pues pueden irse en cinco años; el segundo es el burócrata, mucho más resistente que el político, y no el que se encuentra en el nivel más alto, sino en segundo o tercer rango; es el que no se mueve, no quiere ser transferido. Luego tienes al sector privado, los negociantes, pero especialmente los brokers, los hombres del maletín, los que hacen las presentaciones, conectan a la gente; son muy versátiles y sobreviven. El cuarto elemento que nunca falta donde hay corrupción sistémica: los servicios de seguridad, ya sea policía, inteligencia, milicia, son esenciales.
Estoy convencido que para combatir la corrupción se necesita que las bases se indignen, que la rabia de la gente sea lo suficientemente grande para hacer algo al respecto, organizarse, exigir. Lo estamos viendo en todo el mundo, sobre todo tras la crisis financiera de 2008-2009, pero aún falta mayor articulación. 
Aquí existe una unidad anticorrupción que ha sido cuestionada por medios de comunicación y la sociedad civil. ¿Qué papel deben jugar estos organismos? ¿Vale la pena que existan?Si tienen el apoyo real de la Presidencia, en un país con un estado de derecho débil, sí, pero el reto es su habilidad para hacer algo cuando su poder de acción se ve limitado por otras instituciones como la justicia, el congreso. Entonces hay mucha presión para prometer acciones que luego no pueden llevarse a cabo... ese abordaje de “bala de plata” no funciona.
¿Cómo puede un gobierno mostrar un verdadero compromiso para terminar con la corrupción?Un gobierno que quiera realmente combatir la corrupción tiene una ventana de 24 meses, con mucha suerte 36, para hacer cambios drásticos. El resto del tiempo es para consolidarlos, pues empiezan las campañas electorales. 
Hay siete factores claves para conseguirlo y, cuando se tiene la voluntad, es simple: se necesita liderazgo, cambios legislativos e institucionales, involucramiento y presión de los medios de comunicación y la sociedad civil, cooperación internacional, una estrategia política para manejar la justicia transicional (¿cómo juzgar los actos de corrupción del pasado?, esto puede paralizar al gobierno), y el sector privado, que casi siempre lo hemos dejado fuera. A partir de la crisis financiera, esto ha comenzado a cambiar. El sector privado está finalmente interesado en abordar el tema de corrupción. Vemos más gerentes despedidos, renunciantes y enjuiciados que en ninguna otra época. 
Pero la población, la sociedad civil y los medios deben jugar el papel de ejercer presión. Sin esto no hay lucha que funcione.
¿Cómo afecta la corrupción el desarrollo?
Antes pensábamos que la corrupción acentuaba la pobreza, pero hemos visto que los países pueden tener altos niveles de corrupción y de crecimiento al mismo tiempo. Pero se acentúan las desigualdades, se desestabiliza el clima político y todo el país se convierte en una especie de guiso hirviente que estalla de maneras distintas, pero estalla. 
La corrupción afecta la cohesión social, la confianza en el sistema democrático y vuelve a la gente apática o la manda a la calle a protestar. Es lo que hemos estado viendo en los últimos años.  
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RIESGOS PARA QUIENES PONEN LA ÉTICA COMO NORTE
Vivencias:
 Para John Githongo, Thomas Sankara, conocido como el “Che Guevara africano” es un modelo de lucha anticorrupción. Sankara, que terminó depuesto en un golpe de estado y asesinado, llevó a cabo una revolución que se cimentó en una plataforma de lucha contra la corrupción y de creación de independencia económica de potencias extranjeras. Aunque criticado por rasgos autoritarios de su gobierno, el militar promovió reformas claves en los sectores sociales que aún permanecen. 
Otro caso que Githongo pone de ejemplo, y que también terminó en muerte trágica, (se dijo que por una fuga de gas) es el de Zurab Zhvania, quien fue primer ministro de Georgia y, explica Githongo, lanzó un agresivo programa contra la corrupción en la policía y la justicia de su país. “Donde haya corrupción, estos son de los primeros sectores en ejercerla”, dijo Githongo a LISTÍN DIARIO. 
Sobre los engranajes de la corrupción, dijo a LISTÍN DIARIO: “Los corruptores se encargan no solo de corromper al funcionario, sino a la persona, ofreciendo productos de consumo conspicuo --un reloj o un carro de lujo, investigan lo que le gusta a su esposa e hijos, y así quiebran su espíritu, lo disminuyen”.
“A la gente común lo que más le irrita son esos regalos, esos privilegios, porque son cosas que pueden entender, más que un fraude por cientos de millones, que son cifras difíciles de asimilar”. 
Githongo insistió en el papel que debe jugar la población ejerciendo presión contra gobiernos y sector privado para que ataquen los actos corruptos. Los medios de comunicación, dijo, también son clave.  

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