viernes, 16 de noviembre de 2018

“No me mates... mira mis hijos”



Karen Vásquez Fernández
Quita Sueño, Haina
“No me mates... mira mis hijos”, fue la última frase pronunciada por Fanny García Sánchez, cuando percibió la presencia de quien durante tres años la asediaba y la mantenía en constante consternación.
Ya la sangre inundaba la ventana de su casa, justo a su entrada, puntos rojos eran los reflejos de una lucha feroz, ardua y agobiante. El hombre conocido como “Negro”, la sorprendió con un machete, en ese instante le cegó la vida. Ella intentó correr, llamar la atención y justo en el pavimento se quedó impregnado su último suspiro.
La hora de cenar se acercaba, el péndulo señaló las 10:00 de la noche y Fanny esbozó una sonrisa que sus conocidos califican de “hermosa”. Clasificar los frutos de acuerdo a su estado, era una labor que la agotaba y tan solo pensar en sus tres hijos y esposo era motivo suficiente para que la energía y la vitalidad inundarán su cuerpo, el mismo que una hora después sería mutilado por su verdugo.
La oscuridad de la noche embargaba el entorno de Quita Sueño, lo que como a manera de presagio sería lo que causaría posteriormente en sus familiares el saber que el asesino está suelto.
La oscuridad de la noche la asustaba, por ello, mandó a sus hijos a prender las luces de la parte delantera de su vivienda, porque el entorno además era callado y raramente se escuchaba los cantos de los gallos o los juegos de los infantes. Lo que desconocía era que al frente de su vivienda, “la maldad” la acechaba como cazador a su presa, en una casa en construcción “Negro” planeaba su ataque.
Tras haber hecho la compra de los alimentos que serían servidos esa noche, ella y sus hijos se aproximaban a su hogar, mientras el perpetrador se encontraba ya escondido detrás de unos arbustos.
En cuestión de segundos, Fanny percibió que las luces que había ordenado prender, minutos antes, estaban apagadas y reprochó a sus hijos. En ese momento quien había realizado la acción aparece. Mutila su brazo, luego su cuello y entre el charco de sangre, en presencia de los menores y dejando un sinfín de preguntas, se escapó.
A las 11:00 de la noche, los primeros que se percataron llegaron y la multitud se congregó dando abrigo a los hijos de la mujer asesinada.
Ahora luce la casa desolada, la que una vez fue el escenario de vivencias entre hijos y su esposo Roberto Ogando, padre del menor de dos años.
Un informe preliminar de la Policía Nacional explica que el perseguido, sólo conocido  como “Negro”, huyó luego de matar a Fanny, de 30 años.
La vida de Fanny se tornaba cada vez más en un castigo ya que el perpetrador se había acostumbrado a robarle cosas, como objetos personales, escobas y todos los utensilios que dejaba fuera de su casa. Ella se había levantado temprano, a la seis de la mañana, se tomó su café como de costumbre y luego llevó a su hijo donde lo cuidaban. Los otros fueron a la escuela.

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