Los partidos en el poder no se dividen, a lo sumo sufren desprendimientos sin mayor trascendencia… Las divisiones vienen después de salir del poder, y llegan también las debilidades que los hacen susceptibles de retaliaciones, persecuciones, sometimientos, encarcelamientos… Los dirigentes políticos saben eso, es la experiencia que han tenido todos desde que se restableció la democracia y el sistema de partidos en 1961 después de la muerte de Trujillo, de lo que hace ya 56 años con tres gobiernos de factos y siete presidentes constitucionales que se han repartido 13 períodos de cuatro años, uno de dos años, otro de siete meses y uno de 40 días.
Los cambios de gobiernos de partidos distintos han sido siempre traumáticos cuando no llegan aliados al poder, como fue el caso de Balaguer y el Reformista con Leonel y el PLD en 1996. La transición fue pacífica y con casos excepcionales no hubo retaliación contra pasados funcionarios.
Distinto fue en el cambio de 1978 cuando Antonio Guzmán reemplazó a Balaguer en el poder después de los primeros 12 años de gobierno represivo.
Aunque los reformistas se hicieron con el control del Senado para acorarse legalmente, hubo funcionarios balagueristas perseguidos y arrestados por distintos delitos.
Lo mismo ocurrió cuando Jorge Blanco relevó a Majluta el 16 de agosto de 1982, que a su vez había sustituido a Guzmán que se suicidó faltándole 40 días para terminar su período. Muchos guzmanistas fueron perseguidos, pero mientras estuvo en el poder el PRD no se dividió ni siquiera con la tragedia de Guzmán.
Pero estalló la crisis
Una vez el perredeismo fue sacado del poder en las elecciones de 1986, en ese partido se produjo una seria crisis que lo debilitó para enfrentar la feroz persecución que desató Balaguer contra algunos de sus principales dirigentes, empezando por el propio Jorge Blanco que terminó encarcelado y condenado a 20 años de prisión.
Una vez el perredeismo fue sacado del poder en las elecciones de 1986, en ese partido se produjo una seria crisis que lo debilitó para enfrentar la feroz persecución que desató Balaguer contra algunos de sus principales dirigentes, empezando por el propio Jorge Blanco que terminó encarcelado y condenado a 20 años de prisión.
Es obvio que el gobierno balaguerista aprovechó la debilidad en que cayó el PRD con sus diferencias internas, el enfrentamiento visceral que tuvieron Peña Gómez y Majluta disputándose la candidatura de 1990 y la fractura que partió a ese partido en casi tres pedazos iguales: El PRI, el BIS y la facción que conservó las siglas originales.
A partir de entonces el PRD pasó 14 años en la oposición, desde 1986 al 2000 cuando logró consolidarse bajo el liderazgo de Peña Gómez que al morir dos años antes legó la candidatura a Hipólito Mejía… Pero ni siquiera con la expulsión de Hatuey De Camps de la presidencia del partido pudo el PRD dividirse mientras Hipólito fue Presidente. Una vez salió del poder, la división se hizo patente y desde entonces están fuera del poder.
Con el PRSC ocurrió lo mismo: mientras estuvo en el poder no se dividió ni siquiera con la salida de Francisco Augusto Lora y Guaroa Liranzo, pero una vez salió del gobierno y murió su líder, se atomizó hasta convertirse en un pequeño partido.
El espejo peledeísta
Nadie que se frote las manos pensando que el PLD se va a dividir. El escarceo que se ve ahora no es nada nuevo en el peledeísmo y forma parte del grupismo que nunca ha estado ausente de ese partido ni siquiera cuando lo formó Bosch en 1973.
Nadie que se frote las manos pensando que el PLD se va a dividir. El escarceo que se ve ahora no es nada nuevo en el peledeísmo y forma parte del grupismo que nunca ha estado ausente de ese partido ni siquiera cuando lo formó Bosch en 1973.
El PLD está unido en el propósito de continuar en el poder, y esa fuerza es mayor que sus propias diferencias… Está obligado a mantenerse unido porque todos sus dirigentes saben dónde terminarían al día siguiente de entregar el poder a una oposición que busca sangre… Ese instinto de supervivencia se impondrá a la tozudez de Danilo, de Leonel y del resto. ¡Más les vale!
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