Con este libro el Archivo General de la Nación continúa sus aportes bibliográficos a favor de la sociedad, y en especial de los jóvenes estudiantes, tan necesitados de aprender y conocer la historia de la República Dominicana.
Paginas dominicanas de historia contemporánea, libro de Antonio Hoepelman que recoge el período que va desde la muerte de Ulises Heureaux (Lilís) y la revolución de julio de 1899, hasta el gobierno de Francisco Henríquez y Carvajal de 1916 que dio pasos a la ocupación norteamericana, es una obra testimonial que comprende a grandes rasgos, sus pasos por la convulsionada historia de los conflictos caudillistas y sus revoluciones, asonadas militares, gobiernos negociados marcados por los intereses políticos y económicos de los Estados Unidos y la coyuntura final que llevó a la perdida de la soberanía y la independencia de la República Dominicana.
Publicado en 1951 en la Impresora Dominicana, es una obra desconocida para la generalidad de los dominicanos. Reimpresa en segunda edición por el Archivo General de la Nación en el 2016, es de inestimable valor para el conocimiento de los sucesos desencadenados a partir de la muerte de Lilís en 1899, debido a que su autor fue figura de importancia por su adhesión al general Horacio Vásquez, considerado por muchos el caudillo más importante de la política dominicana del primer cuarto del siglo XX.
Antonio Hoepelman, hijo de Meyer Hoepelman y Emilia Pinedo, nació en Willemstad, Curazao, el 12 de noviembre de 1874, de donde viajó a la República Dominicana junto a sus padres en 1882, adoptando la ciudadanía dominicana en 1901.
Al momento de publicar “Paginas Dominicanas de historia Contemporánea”, Hoepelman se había destacado como periodista de larga data. Fue director de varios periódicos dominicanos: “El Radical”, “La Voz del Sur”, “Las Noticias”, y “Renacimiento”, mientras que en la administración pública se había desempeñado como diputado al Congreso, administrador de la Lotería Nacional y juez del Distrito de Santo Domingo.
En el ámbito cultural fue miembro prominente del Ateneo y del Casino Trujillo de San Cristóbal y se le cuenta entre los grandes maestros de la Gran Logia de la República Dominicana. Se le tiene entre los más importantes nacionalistas del período de la ocupación norteamericana (1916-1924), llegando a ocupar la secretaría de acta de la Unión Nacional Dominicana, fundada el 8 de febrero de 1920 para luchar por la desocupación militar americana.
En esa condición de partidario de la “desocupación pura y simple”, publicó junto a Juan A. Senior, taquígrafo de la Cámara de Diputados y estenógrafo del periódico “Listín Diario” ante la Comisión Senatorial Americana que visitó el país en diciembre de 1921, una obra documental de incalculable valor histórico nacionalista. Cuando los senadores norteamericanos investigaron los crímenes de que se acusaba al Gobierno militar americano, los testimonios prestados bajo juramento ante la Comisión, fueron recogidos por Senior e incluidos en “Documentos históricos que se refieren a la Intervención armada de los Estados Unidos de Norte-América y la implantación de un gobierno militar americano en la República Dominicana”, publicado por la Imprenta de J.R. Vida. García en 1922: “Este libro es digno de figurar en cualquier biblioteca; merece ser conservado porque constituye algo así como un compendio histórico de muchos hechos ocurridos desde el momento en que soldados extranjeros, en representación de una nación poderosa, intervinieron en los asuntos internos de nuestro país”.
Además de ese importantísimo libro, Hoepelman publicó “Apuntes históricos documentados de la honorable Cámara de Cuentas de la República Dominicana” (1943), y “Paginas dominicanas de historia contemporánea” (1951), una obra fundamental a la hora de estudiar las razones políticas, administrativas y económicas que provocaron la intervención norteamericana en la política interna de los dominicanos. En ella quedaron narrados, como lo escribe Hoepelman: “17 años de vida turbulenta que estancaron el progreso efectivo del país y bueno es que las generaciones actuales, o las que habrán de sucedernos, puedan sacar de las amargas enseñanzas que dejaron escritas en los anales de nuestra historia, provechosas experiencias para preservar a la Patria de nuevas caídas en lo futuro”.
El autor se cuidó de establecer la forma cuidadosa con la que abordó los temas y las informaciones contenidas en el libro, señalando que su propósito era el de presentar los acontecimientos alejados de las “pasión partidarista”, y de las motivaciones vinculante con los acontecimientos narrados. Llama la atención de que con ese fin, puso especial atención a robustecer la verdad histórica: “no me atreví solamente a sacarla de los archivos de la memoria, que a veces, suelen fallarnos llevándonos por caminos, extraviados” –dice él—sino que buscó la forma de confirmarlos a través del cruce de información apoyándose principalmente, en las noticias que sobre los sucesos tratados aparecen en la colección del periódico “Listín Diario” de la época.
En la obra se describen los hechos en una relación que pretende ser exhaustivamente cronológica.
Resalta, desde los primeros párrafos, el interés de Antonio Hoepelman en identificar ejes de la historia dominicana que señaló como fruto de la incapacidad política del período, como fueron la “intriga palaciega”, los afanes reeleccionistas, la sucesión presidencial que provocaba adversidades entre los presidentes y vicepresidentes, las conspiraciones que casi siempre relacionaban a presos políticos con oficiales de la Guardia Republicana, la incidencia de “Bolos” y “Coludos” en la política dominicana, las negociaciones de la deuda externa, la tendencias fallidas hacia el progreso, y la presencia de los Estados Unidos en los conflictos políticos de los dominicanos.
Llama la atención también, como ejemplo del tratamiento que el autor da a los temas contenidos en su obra, la forma pormenorizada con que narra la rebelión del ministro de guerra del gobierno del presidente Juan Isidro Jimenes, el desembarco de las tropas norteamericanas a partir del 4 de mayo de 1916, con la supuesta excusa de proteger la Legación Americana y el desenlace de la situación, con la renuncia del gobernante, el 7 de mayo, quien prefirió descender “las gradas del Capitolio, y serena la conciencia, con el sentimiento del deber cumplido”.
Mientras tanto, el general Desiderio Arias se mantenía dentro de la ciudad amurallada en actitud de resistencia contra el gobierno encabezado por un consejo de ministros que sucedía a Jimenes. La actitud del ministro americano W. W. Russell fue la de exigir la salida de Arias, para de esa manera ponerle fin a la crisis, demandando de manera compulsiva el desarme de los seguidores de Arias, la “evacuación de todas las posesiones fortificadas que existan dentro de la ciudad”, antes de las 6 de la mañana del día a15 de mayo: “Para el efecto, requirió del General Arias la pacifica desocupación de la Plaza y poner en manos del Licdo. Francisco J. Peynado, nombrado Jefe interino de la Policía Nacional, las fuerzas armadas bajo su mando. El General Arias pidió una tregua de horas para resolver y en la misma noche del 14 abandonó la Fortaleza llevándose hombres y pertrechos, rumbo a La Victoria (…). El lunes 16 de mayo de 1916, a las 6 de la mañana, luctuoso amanecer para la República Dominicana, las tropas americanas, con ametralladoras y sigilosamente entraron, ojo avizor, a las calles de la Ciudad Primada, ocupando de inmediato esquinas, edificios altos y lugares estratégicos de la misma”.
La situación que se había iniciado el 26 de julio de 1899 con la muerte violenta del presidente Lilís, y las luchas armadas de los caudillos que se erigieron en poderosos sectores políticos cuyo único objetivo era el control del Estado para su provecho personal y la de sus seguidores, concluyó en 1916 con la implantación de las botas de militares extranjeros pisoteando el territorio dominicano y el establecimiento de una dictadura militar, todo lo cual y con sobrados detalles aportados para la historia, está narrado en “Paginas dominicanas de historia contemporáneas” de Antonio Hoepelman.
Con este libro el Archivo General de la Nación continúa sus aportes bibliográficos a favor de la sociedad, y en especial de los jóvenes estudiantes, tan necesitados de aprender y conocer la historia de la República Dominicana.
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