POR PRAEDE OLIVERO
Cada vez que entro al Hospital Regional Universitario Jaime Mota de Barahona, una gran pena se apodera de mí, al ver el drama inhumano que allí se presenta.
No es fácil ver la gente más pobre de mi pueblo llegar a este cementerio de gente viva, desde el cual viajan muy rápidamente al cementerio de gente muerta, una gran cantidad, particularmente los que llegan a pie por falta de una moneda para el concho y la medicina.
Ver morir un hombre en la emergencia porque el oxígeno no llega a tiempo; escuchar los gritos de los pacientes de ambos sexos, es como estar en el infierno de Dantes, como lo narra en su Divina Comedia.
Se produce una gran impotencia cuando los médicos no son suficientes y algunos de los de servicio olvidan el juramento hipocrático, con aptitudes que hasta ponen en riesgo la precaria salud de sus pacientes.
Suerte que a veces llegan pastores y hermanos de nuestras iglesias, como la pastora Esmeralda para orar por nuestros hermanos enfermos, provocando la atención de los médicos de servicio, con un poco más de acción profesional y humanística.
Esta pastora con su presencia, además calmó a los pacientes y familiares que protestan por falta de atención rápida, oportuna y adecuada, recordando los incidentes que se han producido en el pasado.
En el caso de mi tío, asiduo paciente de la emergencia, no hay diferencia, ni puede haberla, sufre las mismas consecuencias de la forma en que funciona la emergencia, no importa quién le acompañe.
Yo acompaño a mi tío la mayoría de las veces en la emergencia, por lo que soy testigo de lo que allí pasa. Ayer vivimos un viacrucis que se pretendió resolver con una hidratación para compensar la pérdida de líquidos provocada por la diarrea y los vómitos, sin medicarle para calmar o eliminar los dolores estomacales que le torturaban, así fue despachado.
Antes de llegar a la casa se retorcía del dolor, vomitó y le volvió la diarrea, por lo que lo volví a llevar a la emergencia. Los médicos fueron sinceros, me dijeron que ni en la emergencia, ni arriba tenían los medicamentos que necesitaban; me dieron una receta y a las 11:30 de la noche, salí a buscar Metronidazol y Sental Compuesto, que encontré después de muchas vueltas por las pocas farmacias que abren de noche.
Tío fue ingresado en la habitación 8, después de subir las escaleras con tres cargando la silla de ruedas por falta de ascensor. La cama no tenía sabanas, el baño no tenía papel y al pedir ayuda a la enfermera esta nos dijo: “aquí no hay de nada”, con lo que comprobamos la pobreza de los pacientes, la precariedad y el descuido hospitalario. por EMILIO SAVIÑON
No hay comentarios:
Publicar un comentario