miércoles, 10 de abril de 2013


ACCIDENTE AÉREO
Lágrimas de adiós para dos pilotos ejemplares
FAMILIA, VECINOS Y COMPAÑEROS DE ARMAS SEPULTAN A JÓVENES QUERIDOS
Ramón Urbáez
Santo Domingo
Rafael Eduardo Sánchez Astacio nació en Cristo Rey, una populosa barriada en la zona norte de la capital Santo Domingo, y Carlos Manuel Guerrero en Alma Rosa II, en el lado oeste de la ciudad. Rafael Eduardo era el tercer hijo de una familia pobre, que aún vive en una vivienda humilde en la calle 41 de Cristo Rey y Carlos Manuel el segundo hijo de un matrimonio de comerciantes, que le enseñó a vivir como cristiano, y era miembro activo de la parroquia Inmaculada Concepción del reparto Italia, de Santo Domingo Este.
Ingresaron a la Fuerza Aérea, uno en 2004 y otro en 2005, para seguir la carrera de pilotos, pero ni el uno ni el otro se imaginó que como miembros de ese cuerpo militar un hecho los uniría para siempre: morirían en un espectacular accidente ante los ojos más de veinte mil personas que presenciaban un show de acrobacias aéreas en el malecón de Santo Domingo.
Los jóvenes pilotos, Rafael Eduardo, de 27 años y Carlos Manuel, de 25, fueron enterrados ayer en dos tumbas una al lado de la otra, en medio de una ceremonia marcada por el dolor de sus familiares y compañeros de armas. La alta oficialidad de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD), encabezada por su jefe de Estado Mayor, mayor general  Ramón Hernández Hernández, destacó las cualidades, disciplina y destrezas de ambos hombres subalternos. Dijo que lo dieron todo en los años que sirvieron como cadetes, como oficiales y luego como pilotos del cuerpo de la aviación dominicana. Asistieron, además, decenas de oficiales de los demás cuerpos castrenses y la Policía Nacional.
“Nunca nos había impactado tanto la muerte de dos compañeros valiosos como los tenientes Sánchez y Guerrero”, dijo Armando Castro, un oficial piloto que destacó el luto y el dolor que se siente entre los compañros de armas de los jóvenes oficiales, especialmente del cuerpo de pilotos con cuyos miembros ellos interactuaban siempre. “Eran valiosos, disciplinados y muy serviciales, desde que ingresaron demostraron su vocación de servicio y destrezas como aviadores”, dijo.
En el cementerio Parque del Prado, ubicado en la carretera de Guerra, a unos siete kilómetros de la Base Aérea de Isidro, donde laboraban los pilotos, se congregaron dos batallones de la FAD para el recibimiento de los féretros. Luego de los honores correspondientes, la banda de música del cuerpo militar interpretó varias marchas fúnebres. Compañeros y amigos de Guerrero, feligreses de la Parroquia del barrio Italia, cantaron canciones religiosas en homenaje al joven fallecido y destacaron su participación activa en el pasado Triduo Pascual y la pascua Juvenil celebrada en Semana Santa.
Guerrero tocaba piano y guitarra y su padre, Héctor Guerrero, es ministro de la Eucaristía de la iglesia Inmaculada Concepción, y su madre tiene negocios. Mientras que el padre de Sánchez, Rafael Sánchez, es un mayorista de periódico, que pese a vivir en un barrio muy pobre ha criado con dignidad y decoro a sus cinco hijos.
El joven militar de Cristo Rey nació en la clínica del popular médico Antonio Cruz Jiminián y desde muy pequeño ingresó al Colegio Parroquial San Pablo Apóstol, donde recibió una buena formación humana y cristiana, bajo el amparo de los padres salesianos. En esa iglesia sirvió como monaguillo algunos años.
Ayer en la mañana sus profesores del colegio donde cursó la primaria y la intermedia le rindieron un homenaje postumo. El párroco de la iglesia San Pablo Apostol resaltó los valores morales del joven, a quien puso como ejuemplo de la juventud de Cristo Rey, un barrio convulsionado por la violencia, la pobreza y los problemas sociales. Cruz Jiminián y el Comisionado de los Derechos Humanos, Porfirio Rojas Nina, le otorgaron una condecoración póstuma.  
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PARIENTES Y VECINOS RESALTAN CUALIDADES

Las fotos de la niñez, como el recuerdo escolar y otras imágenes con familiares y vecinos, así como de la vida militar del joven Eduardo son parte de los adornos en la sala de su humilde vivienda en la calle 41 de Cristo Rey. Su madre Blenda no se cansa de hablar de él y recuerda que su hijo bordó con sus propias manos un mantel para ella que siempre llevará como el más puro recuerdo físico. La madre recuerda que su hijo aprendió manualidades en el Politécnico Cardenal Sancha, donde se graduó con honores del bachillerato. 
El párroco de la iglesia, Roberto Cárdenas, dijo que el aeronauta cuando tenía domingos libres siempre asistía a misa en esa parroquia y que su presencia lo llenaba de orgullo. Su hermano Héctor Iván Guerrero lo define como un militar sin rigidez. “A pesar de su formación militar, Carlos era como un niño, inocente y sin malicia… casi nunca andaba con el arma, él la dejaba ahí arriba en su cuarto, era muy inteligente”

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